La semana pasada
parqueamos mucho. La gente cree que es una actividad eminentemente agradable...
pero muchas veces se equivocan. Parquear no es nada sencillo. Muchos de
vosotros lo habréis vivido y seguro que habéis leído los relatos de muchos
otros bloggers que han hablado de ello...
Lo más normal sería
conjugar el verbo “parquear” con el clásico:
Yo parqueo
Tú parqueas
Él/ella parquea
Nosotros parqueamos
Vosotros parqueáis
Ellos/ellas parquean
Nada más lejos de la
realidad. A la práctica, la conjugación es mucho más rica y complicada.
Yo intento parquear
pensando que podré sentarme un rato en el banco mientras las mellizas juegan
tranquilamente. Tú también lo intentas pero tu niño quiere que lo columpies
constantemente. Él no para de gritar con su hija. Ella se salta la cola del
columpio y empieza a pelearse con tu peque. Nosotros intentamos solucionar el
dramón, intentando poner paz. Vosotros, con vuestra mejor sonrisa, explicáis a
vuestros hijos eso de compartir las cosas. Ellos se van agotados del parque. Yo
me vuelvo loca buscando a las mellizas, porque tienen tendencia a estar en las
dos puntas del parque. Cuando localizo a uno, ya he perdido a la otra. Tú
persigues a tu peque que está llorando porque no quiere irse del parque y ella
al revés. El niño suplicando que quiere irse pero ella está hablando con una
amiga y ni ve al niño. Nosotros buscando la botella de agua y las galletas
dentro del bolso enorme y vosotros jugando con el móvil. Ellos, un grupo de
padres, se aíslan de tal manera que ni ven a sus niños mientras están tirando
arena a los demás niños. Yo me sulfuro, tú te agobias, él hace fotos con el
teléfono. Nosotros nos abanicamos, vosotras os reís de las anécdotas de los más
pequeñajos. Ellas sudan. Todos parqueamos.
El parque es la
realidad exponencial de lo que vivimos en casa con las mellizas. Jugar juntos o
cada una con su historia, compartir, no compartir, crear, inventar, dialogar, ceder, hacerse valer, imponer...
Bienvenidos al apasionante mundo de “parquear”.